MATEO 6:19 - 21 " No os hagais tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. porque donde esté vuestro tesoro allí estará vuestro corazon."
Los tesoros en la tierra no son duraderos.
La polilla destruye la ropa. Entre las riquezas materiales mencionadas en la Biblia, frecuentemente se menciona la ropa. Jos. 7:21, "un manto babilónico muy bueno, y doscientos siclos de plata, y un lingote de oro". 2 Reyes 5:22, "un talento de plata, y dos vestidos nuevos". Sant. 5:2, "Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla".
Isa. 51:8, "Porque como a vestidura los comerá polilla, como a lana los comerá gusano; pero mi justicia permanecerá perpetuamente, y mi salvación por siglos de siglos". Sal. 102:26, la tierra y los cielos "perecerán, mas tú permanecerás; y todos ellos como una vestidura se envejecerán".
El orín (la herrumbre) corrompe (destruye). Todos los productos metálicos (automóviles, aparatos eléctricos, maquinaría) con el tiempo se quiebran, se acaban o quedan enmohecidos, oxidados, arruinados.Los ladrones literalmente "minaban" las casas de adobe para robar. Ahora se usan cadenas, chapas, candados, y toda clase de seguros.
En la actualidad, muchas personas instalan en sus automóviles sistemas de seguridad que suenan alarmas de varias clases, y los ladrones se divierten robando tales sistemas de los carros para venderlos (junto con el carro, o por separado) a otros. Es bueno cerrar con llave el carro y está bien "asegurar" con rejas las puertas y ventanas del negocio y de la casa, pero ¿quién cree que tales cosas en verdad "aseguran" nuestros tesoros terrenales?
Ratas, ratones, y termitas. Se puede agregar a lo que Jesús dice una lista larga de otros "destructores": los diluvios, incendios, y tormentas destruyen propiedades que valen millones (o billones) de dólares. Las ratas y ratones destruyen el grano. Las termitas (comejenes, hormiga blanca) son cien veces más destructivas que los incendios y tormentas, pues en poco tiempo destruyen casas de madera casi nuevas. Parece que para este insecto toda especie de madera es sabrosísima y la come con un apetito insaciable.
Las quiebras. Otra cosa que Jesús no menciona es la falta de seguridad en los bancos y otras casas financieras. Muchísimas instituciones de esta clase han caído en bancarrota. ¡Cuántas personas pierden los ahorros en esta manera! Y desde luego muchas empresas quiebran, y la consecuencia es desastrosa para los ricos (pierden su inversión) y para los pobres (pierden su empleo). Una causa mayor de las quiebras son el fraude y la corrupción.
Hay muchas otras cosas destructivas. Con las cosas mencionadas aquí no se termina la lista de fuerzas destructivas. La conclusión de todo esto es que los tesoros de la tierra no duran, son muy pasajeros. ¿Qué tan inteligente es, pues, dedicar la vida a acumular cosas de tan poca duración? Además, aunque se guardaran muchas posesiones por cien años o más, "¿qué aprovecha al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?" (16:26).
¿Y al morir qué pasa? "Tendré que dejar a otro" todo aquello que haya hecho o acumulado. El hombre trabaja con sabiduría, y con ciencia y con rectitud para "dar su hacienda a hombre que nunca trabajó en ello... ¿Qué tiene el hombre de todo su trabajo, y de la fatiga de su corazón, con que se afana debajo del sol?" (Ecles. 2:17-22). El hombre trabaja como esclavo, se vuelve casi loco con afán, y ¿para qué? Para dejar todo a otro que no trabajó nada por ello. (Por ejemplo, el rico acumula una fortuna, y cuando muere, su viuda se casa con otro que solamente tiene que entrar en la casa, colgar su sombrero y disfrutar del trabajo de otro). Así es la locura (la vanidad) de acumular bienes aquí en la tierra.
¿Cómo afecta el corazón el acumular tesoros?
Dios quiere el corazón. El primer mandamiento es "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón" (Mat. 22:37). El corazón incluye el intelecto, la voluntad, las emociones y la conciencia.
Requiere mucho tiempo, trabajo, y atención personal para acumular tesoros en la tierra. Por eso es muy peligroso hacerlo, porque esto significa que el corazón, que debe pertenecer a Dios, pertenece más bien a lo terrenal.
Podemos saber si estamos trabajando para fines terrenales o para fines celestiales, porque es cuestión de simplemente observar cómo se usa el tiempo, de qué se habla (Mat. 12:34), cómo se usan los recursos (para servir a Dios, Prov. 3:9, o para acumular más bienes, Luc. 12:18), etc.
Los tesoros guardados en el cielo no se destruyen.
Ni la polilla ni el orín corrompen, y ladrones no minan ni hurtan.
1 Ped. 1:4, "una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros".
Heb. 11:26, Moisés tenía "por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón". Sabía que las riquezas de Egipto no duraban.
Por lo tanto, seamos ricos "para con Dios" (Luc. 12:21) en lugar de hacer tesoro para nosotros mismos.